Los conflictos aparecen desde que una persona comienza a interactuar con otros, ya que es normal que haya desacuerdos. Por eso, ya desde la etapa de educación infantil se puede enseñar a resolver conflictos.
El problema de los conflictos es que despiertan emociones intensas en las personas que se ven involucradas, y por eso generalmente nos cuesta controlarlos. Pero con estas herramientas, será más sencillo enseñar a los peques a resolver conflictos cotidianos.
Cómo evitar los conflictos en la medida de lo posible
Podemos llevar a cabo acciones preventivas para evitar que sucedan conflictos habituales, lo que va a mejorar la comprensión de las normas de convivencia. Algunas de estas medidas para evitar la aparición de conflictos son:
- Establecer normas claras y fáciles de convivencia y asegurarse de que todo el mundo las conoce.
- Facilitar un ambiente estructurado, cómodo y seguro.
- Promover la autonomía personal de los niños.
- Proporcionar herramientas de comunicación para que puedan expresar qué les pasa y cómo se sienten.
- Trabajar la empatía en la medida de sus capacidades.
- Enseñar mediante el refuerzo positivo, no a través del castigo.
- Prevenir situaciones que pueden desembocar en conflicto y poner medidas de contención previas, a poder ser mediante el diálogo y hablando de cómo se siente cada parte.
Cómo resolver un conflicto en la etapa de educación infantil
Los conflictos en los niños de 3 a 5 años pueden suceder entre iguales, con los hermanos, con los padres… y cada uno de ellos es diferente, pero al final debe resolverse de forma parecida: reestructurando la situación, hablando, negociando y reparando el daño causado o compensando a la persona afectada. Generalmente la mejor forma de arreglar el conflicto es mediante estos 4 pasos:
- Parar y recuperar la tranquilidad. Mientras las personas involucradas estén alteradas, es difícil arreglar nada. En caso de que el conflicto se dé entre el niño y un adulto (por ejemplo, si tiene una rabieta), es conveniente que el adulto mantenga la calma en todo momento. Puedes saber más en el artículo “Cómo calmar las rabietas”.
- Identificar cuál es el problema. No se puede resolver algo si no conocemos realmente la raíz del conflicto. Si, por ejemplo, un niño pega a su hermano, seguramente haya pasado algo que ha desencadenado la acción. Debemos averiguar qué pasa para poder intervenir, y para ello podemos utilizar la observación y preguntar a los implicados.
- Generar un ambiente para proponer las soluciones. Los niños y niñas tienen que aprender a proponer las soluciones, por eso es importante dejar que sean ellos los que primero digan cómo se podría solucionar. Les podemos guiar y asesorar, haciéndoles ver el daño que se ha causado y cómo se ha sentido cada uno. Se pueden valorar varias soluciones hasta alcanzar la más adecuada, que generalmente debe reparar el daño causado de algún modo y debe dejar un aprendizaje, quizá con una nueva norma de convivencia que regule futuros conflictos similares.
- Poner en práctica la solución y reflexionar sobre lo que ha pasado. Siempre debe hablarse de las emociones (es necesario potenciar el reconocimiento emocional y otorgarles las herramientas para una adecuada gestión emocional) a expresarse emocionalmente)que se sienten y dar herramientas para gestionarlas mejor.
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