martes, noviembre 5, 2024
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Aprende a poner límites desde la disciplina positiva

La disciplina positiva es una forma de educar desde la amabilidad y la firmeza. Es una corriente que pone el foco en establecer límites que estén argumentados y sean respetuosos.

Las personas necesitamos relaciones de respeto mutuo, y esto es especialmente importante en la infancia. Educar desde el castigo o la imposición tiene efecto a corto plazo, pero utilizar la disciplina positiva puede resultar beneficioso a largo plazo.

Pero, ¿qué es la disciplina positiva?

Es un modelo educativo basado en teorías de los psiquiatras austriacos Alfred Adler y su discípulo Rudolf Dreikurs, que apostaron por una educación sin castigos ni recompensas, conocida como “crianza democrática”. Estas teorías se convirtieron en el actual modelo de la disciplina positiva en los años 80 de la mano de Jane Nelsen y Lynn Lott.

En este tipo de disciplina se pone el foco en poner soluciones en lugar de castigos, y se hace al niño partícipe de las decisiones familiares y de la búsqueda de soluciones. De ese modo, se enseñan habilidades sociales como el respeto, la cooperación y la resolución de conflictos. Esto puede empezar a aplicarse desde el nacimiento, pero de 3 a 5 años puede ser un buen momento para afianzar las bases.

Se trata de educar con amabilidad y firmeza. Pero la firmeza no equivale a enfadarse o emplear un tono duro, sino mantener los límites desde el cariño y el respeto.

Cómo poner límites de forma amable y respetuosa

La disciplina positiva no significa permisividad, simplemente significa establecer límites desde el respeto y confianza. Pero, ¿cómo se hace eso de poner límites sin enfadarse si el niño se los salta? Apunta estos trucos:

  1. Tener claros los límites. Estos deben ser lo más respetuosos posible con todos.
  2. Explicar los límites en un momento tranquilo a los niños. No se trata de imponer nada, sino de darlos a conocer y explicar los motivos (“si no nos vamos a las 8 del parque, no nos dará tiempo a dormir el tiempo suficiente y mañana nos levantaremos de mal humor”).
  3. Utilizar un lenguaje amable y positivo. No recurras a los reproches (“ayer te portaste muy mal y por eso hoy no hay parque”) ni las etiquetas (“es que siempre eres muy tardón”). Utiliza frases en positivo (“nos podemos quedar jugando hasta las 8”) en vez de en negativo (“no podemos irnos más tarde de las 8”) y asegúrate de que ha quedado claro (“¿a qué hora nos vamos hoy?”).
  4. Comprender la postura de la otra persona. Si tu hijo se quiere quedar en el parque es porque no está cansado, o se está divirtiendo, o está aprendiendo algo. No lo hace por retarte, sino porque tiene una emoción y una necesidad. Empatiza, pero mantente firme en tu decisión.
  5. Negociar soluciones que sean respetuosas para todos. Si iros del parque ha supuesto un conflicto, valida su emoción (“entiendo que sientas enfado y frustrado”) y hablad de cómo podéis mejorar otro día (“¿cómo te puedo ayudar para que estés preparado a la hora?”, “¿te parece si mañana te aviso media hora antes del momento de marcharnos”?). Siempre desde el respeto a todos.
  6. Escuchar las necesidades del niño y ayúdale a poner sus límites. Entre todos podéis tomar decisiones.

El sentimiento moviliza la conducta de los niños, y esconde una necesidad

La disciplina positiva defiende que no existe el mal comportamiento, sino malas decisiones tomadas por emociones que nos desbordan. Los niños necesitan ver sus sentimientos comprendidos, más allá de la conducta con la que los manifiestan, y requieren sentirse parte importante de la familia y de la comunidad.

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