A estas alturas, no seré yo quien os cuente la importancia de la música en los primeros años de nuestros hijos, desde que son bebés, incluso antes del parto, hasta… toda la vida.
“La música ayuda a desarrollar los sentidos, el habla, ayuda a empatizar, nos hace más tolerantes, más solidarios, activos,…”
“La música es capaz de estimular la zona del cerebro encargada de la lectura, el cálculo y el desarrollo emocional…”
“… a través de la música se puede llegar a desarrollar la inteligencia emocional, fomentar la sociabilidad, la tolerancia, la empatía o el trabajo en equipo”
“… también es útil para crear nexos sociales, reforzar el respeto y fortalecer su autoestima”.
“La música permite al niño/a ordenar y organizar sus esquemas mentales, desarrollándose la inteligencia general. Se potencian las capacidades cognitivas contribuyendo a desarrollar los sentidos, los cuales son los receptores de la información.”
“… la música tiene efectos positivos en el desarrollo cognitivo, creativo, intelectual y psicológico de los niños. Incluso se ha demostrado que la música estimula el hemisferio izquierdo del cerebro, el encargado del aprendizaje del lenguaje, los números y el uso de la lógica.”
Todas estas frases están extraídas de revistas de educación, psicología infantil, logopedia, etc.
¡Cómo no íbamos a desear todos esos beneficios para nuestros hijos!
Pero, ¿qué podemos hacer nosotros en el día a día, desde el entorno familiar, para inculcar a nuestros hijos la curiosidad por la música?
Desgraciadamente, la MÚSICA, con mayúsculas, no llama a nuestra puerta si no se lo pedimos nosotros de una forma activa… y, la música que llega, sea del tipo que sea, llega en formato comercial. Es decir, a quien nos la proporciona (TV, radio, plataformas, internet….) no le importa nuestra educación musical ni estimular nuestra creatividad, simplemente quieren que consumamos y que engordemos sus beneficios.
Nadie cuenta a nuestros hijos el esfuerzo que hay detrás de sus grupos de música favoritos, las horas de ensayos, hacer “puerta fría” en las discográficas, emisoras, festivales, preparación física para poder cantar mientras hacen todas esas coreografías. Solo interesa el glamour, los cochazos y las extravagancias para que la gente siga consumiendo sus productos que, en muchos casos, son incluso perjudiciales para la salud (mental y física).
Por eso, muchos niños, cuando consiguen coger una guitarra eléctrica, que es lo que más “mola” del mundo o alguien les deja una batería, a los 4 días se cansan, se frustran, porque ellos pensaban que eso era cogerlo y en 4 días estar dándolo todo delante de los amigos…. Y no, lleva un esfuerzo intrínseco, que traerá su correspondiente recompensa.
Pero para que ese momento de frustración llegue y, por suerte, algunos de estos niños sobrevivan, musicalmente hablando, a ese momento y decidan seguir por la senda del esfuerzo, hace falta algo fundamental… esa guitarra, esa batería, ese teclado, un piano, un violín, una trompeta… ¡¡¡¡¡¡algo!!!!!!
Conozco muy pocas casas en las que no haya una pelota… La afición por darle patadas a un balón se nos inculca desde pequeñitos.
Es imposible que un niño muestre inquietud por algo que desconoce. Es responsabilidad de los padres y de las instituciones que, desde pequeños, los niños tenga acceso a probar distintos instrumentos musicales. Que vean que no solo son consumidores de música sino que ellos mismos pueden convertirse en intérpretes. Que lo que hay detrás de un violín es la misma música que hay detrás de una guitarra eléctrica, que la música es universal.
¿Por qué hay niños que tocan la guitarra? Porque es un instrumento asequible y portátil y se ve en los medios; incluso han tenido la suerte de probarlo porque un amigo suyo la llevó a una acampada y les enseñó a poner un par de acordes…
¿Por qué hay algunos niños que tocan el piano? Porque hay cantantes de moda que lo tocan y, con la irrupción de los pianos digitales, es un instrumento cada vez más asequible.
¿Por qué no hay organistas? Primero porque el 98% de los órganos están situados en iglesias hay alguien tocando el órgano; segundo porque, aunque vayamos a las iglesias, ya casi nunca hay alguien tocando el órgano; y tercero, porque nadie tiene un órgano (de tubos) en casa… una inmensa mayoría de niños, terminando ya sus estudios escolares, no han oído nunca cómo suena un órgano de tubos.
Ya no os cuento si hablamos de una tuba, una trompa, un oboe o un fagot o de un acordeón!
Obviamente, es muy difícil tener acceso a todos estos instrumentos, pero, como la “ciencia” que está detrás de la música es la misma para todos los instrumentos, pongamos una guitarra, un teclado, una armónica, en la vida de nuestros hijos. Hagamos que, desde pequeñitos, jueguen a hacer música.
Regalemos instrumentos. Cuántas veces, en comuniones, cumpleaños y eventos varios, no sabemos qué regalar y los niños acaban con 5 relojes, 6 medallitas, y 4 “pongos” de esos que luego nos volvemos locos pensando dónde lo “pongo”.
Por mi parte y por parte del colegio, vamos a hacer todo lo posible para que, a partir de septiembre, todos los niños que lo deseen puedan tener, al menos, un primer contacto con guitarras, bajos, acordeones, pianos, violines, y todos aquellos instrumentos que caigan en nuestras manos.
Intentaremos organizar talleres de apreciación musical, no solo para los peques, sino para los adultos, para toda la familia.
Intentaremos todo lo que esté en nuestra mano para, con vuestra ayuda, hacer que la música forme parte de nuestras vidas y nuestros hijos sean más empáticos, tolerantes, sociales, solidarios, activos, y todas esas cosas que conseguimos gracias a la música.
Autor: Manuel Mendo
Profesor de Música en Vallmont
